ROGELIO VIGIL DE QUIÑONES Y ALFARO MÉDICO DEL DESTACAMENTO DE BALER
(Por Rogelio Vigil de Quiñones; nieto)
El Tte. Medico Provisional Rogelio Vigil de Quiñones había nacido en Marbella el 1 de enero de 1862, de familia de tradición militar, se licenció en medicina por la Universidad de Granada, y ejerció en Chite y Taralá, pequeños pueblos de la Alpujarra.
A los 36 años se alistó en el Ejército como Tte. Medico Provisional, cuando ya había muerto en Cuba del vómito negro su hermano mayor Francisco, Capitán de Sanidad. Destinado a Filipinas, estuvo 15 días en el Hospital de Malate, cerca de Manila, y después al Batallón Expedicionario de Cazadores nº 2 en Baler, con una enfermería de 10 camas y tres sanitarios, 2 indígenas que desertaron, y un español. Su labor fue resaltada por el Jefe del Destacamento, Tte. Martín Cerezo: "con gran abnegación no ha dejado un momento de atender a los heridos y cuidar a los enfermos acudiendo también a las aspilleres cuando su misión se lo permitía."
El sitio de la iglesia de Baler empezó el 27 de junio de 1898, y en octubre falleció el primer soldado de los 10 que murieron, de lo que el médico creía que era una epidemia de beri-beri. En diciembre, el Tte. Médico, herido en un costado y enfermo también de beri-beri, pidió al jefe del Destacamento, Tte. Martín Cerezo, que ordenara una salida para conseguir algo fresco para comer. Al mando de los 14 soldados que se encontraban más fuertes, el Cabo Olivares hizo una salida por sorpresa, quemaron el pueblo, pusieron en fuga a los sitiadores, y recogieron todos los alimentos frescos que encontraron. Lograron hacerse con pequeño huerto y pudieron vencer a la terrible enfermedad. En febrero del 1899 murió el ultimo soldado de beri-beri.
Vigil de Quiñones, emocionado por el éxito de la operación, regaló al Cabo Olivares su reloj de bolsillo. Reloj que, 50 años más tarde, el Cabo devolvió a mi padre, hijo mayor del Tte. Médico, con una cariñosa carta: "su querido padre, que se encontraba delicado de salud, admirado de la hazaña tan grande que habíamos hecho, llorando como si fuese una criatura, me abrazó, se echó mano al reloj y me lo entregó."
El Tte. Médico Provisional, al volver a la península, ingresó por oposición en el Cuerpo de Sanidad Militar, participó en la campaña del Rif en 1909, pasando muchos años en África. Se retiró de Comandante cuando prestaba sus servicios en el Hospital Alfonso XIII de Melilla.Sanidad Militar dedicó a Vigil de Quiñones el Hospital de Sevilla, donde el 27 de junio de 1998, al cumplirse el centenario del comienzo del sitio, y coincidiendo con el día de la Patrona del Cuerpo, Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, descubrió un busto del médico militar que tan destacada actuación tuvo en el sitio de Baler. En Marbella, su pueblo, un parque y una calle llevan el nombre de Vigil de Quiñones.
"Los últimos de Baler" retornan a Filipinas un siglo después. Manila ha ratificado recientemente su aprecio histórico a España con la declaración del Día de la Amistad Hispano-Filipina. El 30 de junio rememora la gesta de Baler, donde la quema por los propios kastilas (españoles) del cuartel de la Guardia Civil y las chozas contiguas a la épica iglesia resultó, a la postre, la última conquista del Imperio donde no se ponía el Sol.
El 30 de junio de 1899, el líder insurrecto filipino perdonó la vida a los 33 cadavéricos supervivientes españoles del Batallón Expedicionario nº 2, después de que éstos abandonasen, por su propio pie, la desvencijada iglesia de Baler, tras permanecer sitiados a lo largo de 337 días con sus noches. Emilio Aguinaldo no dudó en detenerse para reconocer al derrotado enemigo por haber logrado algo insólito: sobrevivir aquel terrorífico sitio durante nada menos que 11 meses.
Fuera de esa vieja iglesia, la guerra contra la metrópoli había terminado. Hacía más de 10 meses que Manila ya no era, oficialmente, territorio español. Aguinaldo, presidente del archipiélago ocupado de raíz por los Estados Unidos, pero llamado a constituirse en la primera republica moderna de Asia, magnánimamente calificó a ese puñado de kastilas, el último batallón del Imperio, como "amigos", por "protagonizar una epopeya propia de los hijos del Cid y de Pelayo…, y por el valor, la constancia y el heroísmo con el que han defendido su bandera por espacio de un año."
Mientras, no pocos civiles y militares en España se reprochaban, en voz baja, el haber vivido del pasado para poder así subestimar al enemigo tocinero de EE.UU. La realidad mostraba -por igual a filipinos y españoles- la emergencia de la nueva gran potencia militar. Había llegado el siglo XX.
Varias décadas después, en 1945, durante la campaña del Cincuentenario, se tarareó en España el eco nostálgico del Imperio con la música de Yo te diré, la canción del filme Los Últimos de Filipinas, rodada en Torremolinos con ArmandoCalvo, José Nieto, Guillermo Marín, Manolo Morán y un joven Fernando Rey. Todo un clásico del cine español, más célebre por la canción que por su rigor histórico, según reconoció su director, Antonio Román.
Hoy en día, en particular desde el pasado 30 de junio, 104 años después del histórico decreto de Aguinaldo, fundándoseen el respeto de un fondo de convivencia de más de 3 siglos, el gobierno filipino se vuelve a detenergenerosamente en la 'épica del otro' para declarar esa fecha Día de la Amistad Hispano-Filipina.
Se pretende resucitar la memoria universal de los hechos que ocurrieron en Baler, para evitar que su legado haya trascendido en vano para la Historia común de europeos, asiáticos y americanos. A unos y otros se lo dejó apuntado el comandante Frederick Funston en una carta, al traducir en 1910 el libro del Teniente Saturnino Martín Cerezo, en el Libro de Notas sobre Procedimientos del Instituto Naval de EE.UU., donde recomendaba "a cada oficial y a cada soldado" que leyera el relato, porque "a quien esta simple y modesta historia de heroísmo y cumplimiento de las obligaciones no le anime a hacer grandes cosas, sin duda debe tener el corazón de una liebre".
Pelearemos hasta morir y moriremos matandoAl llegar a Baler, una pequeña aldea costera fundada por los franciscanos, a 232 kilómetros de Manila, en la costa oriental de Luzón, al noreste de Manila, el 12 de febrero de 1898, eran 55 hombres inseguros y mal armados para rodearse de selva, mar, montaña, y una población pro-katipunera (independentista) de 1.900 almas, al otro lado de la impenetrable Sierra Madre.Aquellos 50 soldados, 3 oficiales, el médico y el sanitario mascullaban para sí el recuerdo de apenas unos meses atrás, en octubre pasado, cuando el destacamento del teniente Mota, hospedado en casa del maestro Lucio, sufrió el asalto a bolo -machete- que acabó violentamente con el propio teniente y 9 kastilas más. Doce de los que posteriormente serían héroes de Baler también estuvieron ahí. Ya conocían Baler en primera persona.A nadie se le escapaba que la cabecera del distrito Príncipe (hoy provincia de Aurora) era una ratonera. Y la firma de la Paz de Biac-nabac-tó apenas una tregua. El 27 de junio se terminan las dudas. Los vecinos se alejan de sus chozas de nipa y bambú ante el inminente ataque. Sólo queda la opción de refugiarse de los silencios de la selva en la única construcción sólida, la iglesia de mampostería con cal y arena, con todo el acopio posible de víveres y municiones, abundante aún desde que partieran los 400 hombres que habían estadoen el pueblo a primeros de año, con la misión -la quimera- de pacificar la zona.
Tres días después, el cabo veterano Jesús García Quijano, de 24 años, de pronto cae herido por una bala en el talón del pie izquierdo durante una descubierta alrededor de la iglesia. Ni por delirio podía imaginar este campesino palentino el dolor y la humedad tropical que impide cerrar las heridas durante los próximos once meses de su vida. Ni tampoco que bajo esa improvisada bandera roji-gualda en la torre se fraguaba en sangre la última conquista del imperio español.Julio: Mientras negocian en varias tentativas, algunas con intercambio de regalos (botella de jerez, tabaco de marca…), dentro construyen un pozo, terraplenan todos los huecos, se alternan sueño y vigilancia, construyen un horno, cavan trincheras,sudan la humedad irrespirable, susurran ante el altar algún Señor, morir habemos, ya lo sabemos.Agosto: El 4 matan de un tiro desde la iglesia al soldado mallorquín Jaime Caldentey, que había desertado el día anterior. El 13 Manila cae en manos norteamericanas tras un simulacro de batalla pactado entre el general Jáudenes y el almirante Dewey para salvar la cara de la rendición. En Baler se intercambian disparos y cañonazos, mientras dentro no dan crédito a esas fabricaciones. En todo caso, confían en que ningún ejército deja abandonado un destacamento durante mucho tiempo.Los insurrectos, liderados por el coronel Calixto Villacorta, envían a los párrocos españoles López y Minaya, que quedan retenidos -pese a ser "dos bocas inútiles", según el teniente Martín Cerezo- por orden del Capitán Las Morenas, Comandante Político-Militar del Distrito del Príncipe.
Septiembre: Mueren el párroco Carreño, por beriberi, y el soldado Francisco Rovira por disentería. Crecen la angustia ante la imposibilidad de responder a los cañonazos, la humedad que pudre los alimentos, los gritos con noticias confusas,las heridas de bala, los harapos y pies descalzos, el cansancio mental y físico, la oscuridad…
Octubre: Cinco fallecidos, entre ellos el primer teniente Alonso Zayas. El tiempo avanza muy lentamente en las antípodas del mapa del mundo visto desde España.
Noviembre: Otros 5 muertos, entre ellos -también por beriberi (enfermedad provocada por avitaminosis) el Capitán Las Morenas, quien en pleno delirio amnistía a los sitiadores si deponen las armas. Voces de mujeres, como objeto del deseo, y lista de enfermos, en la que figura el lugar deseado por cada uno para su fosa. Sin apenas ventilación, la humedad y el hedor a excrementos hacen cada día más irrespirable el aire.
Diciembre: Mientras en París, el día 10, se firma el Tratado por el que España vende el archipiélago a EE.UU. por 20 millones de dólares, en Baler ya casi todos están enfermos, incluido el médico Vigil. Han fallecido 11 por beri-beri, y la muerte inminente por desnutrición parece inevitable. El día 14 tiene lugar el último estertor del Imperio español. En salida desesperada del cabo Olivares y 14 soldados, queman gran parte del pueblo (incluida la vecina casa-cuartel) para conquistar una huerta cercana, de la que arrancan brotes de calabaza y hojas de naranjo. Vencen a la letal epidemia. 167 días después, se abren las puertas para oxigenar la desvencijada iglesia convertida a un tiempo en cárcel y cementerio. Charanga y cánticos navideños, aunque para Nochebuena ya se ha restablecido el cerco anterior. El día de Navidad llega un capitán español, prisionero de guerra, y un franciscano, a quienes dentro toman por cómplices bajo amenazas de la añagaza tagala. Curiosa paradoja de la Historia: la quema por los propios kastilas del cuartel de la Guardia Civil resultará, a la postre, la última conquista del Imperio donde no se ponía el Sol.Enero 1899: Les llegan unos lotes de periódicos de Manila que, según el Tte. Cerezo, 'da asco leer por las vilezas que publican': victoria katipunera contra la Madre Kastila y, al mismo tiempo, ¿venta a EE.UU. en París, 6 meses después de capitular Manila?. Así era, en efecto, como también que, mientras en la vecina Malolos, Aguinaldo abre un Congreso constituyente para redactar la Carta Magna de la nueva República, dentro sobreviven devorando todo lo que se mueve: culebras, ratas, la perrita del difunto Capitán…
Febrero: El 4 estalla la guerra filipino-americana. Mueren 3.000 filipinos sólo en un bombardeo. Llega a Baler el Capitán español Olmedo, emisario del Gral. De los Ríos y amigo del difunto Las Morenas, pero la 'puesta en escena' no resulta coherente al Tte. Cerezo. El 24, dos soldados y un cabo son encadenados en el baptisterio tras intentar desertar. Morir habemos, ya lo sabemos.
Marzo: En palabras del Tte. Carezo, "mucho supone en el fragor de la batalla el ataque a la batería formidable; mucho el cruzarse con las bayonetas enemigas: pero aún hay algo más pavoroso, irresistible y difícil en la tenaz resistencia del que, una hora y otra hora, un día y otro día, sabe luchar contra la obsesión que le persigue: sostenerse tras la pared que le derriban y no ceder a los desfallecimientos del cansancio." Tres carabaos (búfalos) aparecen -para mayor gloria y gaudeamus- frente a la iglesia. En pocos días son engullidos.
Abril: Los filipinos envían un niño con una carta, que desde dentro es rechazada por bala sin rozarle la mano. El 12 llega un buque norteamericano, el Yorktown, con tiroteos en la inmensa playa de Baler, y júbilo entre los sitiadores filipinos. Confusión y desesperanza extrema entre cuatro paredes, en el otro extremo del planeta, rodeados por las 15 tumbas de compañeros caídos.
Mayo: Se escapa con el enemigo el preso Alcaide al romper los grilletes, con todos los datos de dentro. La bandera ondea hecha un harapo por los cañonazos y las lluvias del trópico. Se repiten los gritos de los sitiadores insurrectos con ofertas de paz y amistad, pero el 27 la batalla es encarnizada. El 28 llega en el Uranus el Tte. Coronel Aguilar, pero, alucinados, en pleno delirio, ven a otro traidor en una nueva patraña fabricada por los tagalos. Por fortuna, el Tte. Coronel Aguilar deja atrás unos periódicos (El Imparcial) de Madrid.
Junio: Sin solución ni esperanza alguna de auxilio, la madrugada del 31 preparan la salida desde la desesperanza 'para abrirse paso hasta Manila' la noche siguiente. El punto sin retorno en este viaje al corazón de las tinieblas llega cuando el Tte. ordena fusilar, a través de una ventanilla, al cabo Vicente Glez. Toca y al soldado Antonio Menache, tras 97 días presos encerrados el baptisterio. Retrasada la huida por la luz de la luna, la mañana del 2 el Tte. re-lee en El Imparcial una nota breve sobre un conocido suyo de Málaga, que jamás podría ser una falsificación, y reúne a la tropa del último batallón imperial antes de izar la bandera blanca y tocar llamada, pese al profundo temor compartido a las represalias: "Capitulamos porque no tenemos víveres, pero deseamos hacerlo honrosamente. Deseamos no quedar prisioneros de guerra y que ustedes admitan otras condiciones que expondremos, de las que levantaremos acta. Si se han de portar con nosotros de mala manera han de decirlo porque en este caso no nos rendiremos. Pelearemos hasta morir y moriremos matando". El Tte. Cnel. republicano Tecson, como jefe sitiador, y el teniente extremeño firman no causar "más ofensa a las personas". La gente de Baler huye despavorida ante el espectro de los 33 fantasmas que pululan por el pueblo.Amistad Duradera Imaginar cómo actuarían hoy 50 jóvenes militares españoles encerrados durante 11 meses entre cuatro paredes, aislads en las antípodas del planeta, sin otra referencia que el sufrimiento extremo, o cómo reaccionaría ante su rendición un grupo revolucionario filipino, sin duda resultará subjetivo, porque la realidad a menudo puede superar a la ficción.Antes de ser obligados a abandonar sus hogares en la empobrecida España rural para embarcarse hacia el Lejano Oriente, aquellos soldados ya se sabían cobayas humanas en una batalla perdida de antemano. Yo pondré la guerra, había avisado el magnate americano Hearst a estos jóvenes del campo español, incapaces de reunir los 400 duros que costaba la redención del servicio militar en ultramar.Superado su histórica aventura hacia la sinrazón, el 1 de septiembre de 1899 llegaron a Barcelona, en el vapor Alicante, los supervivientes de los 'hechos vergonzantes' de Baler. Arribaban a puerto los mismos héroes por quienes, desde meses atrás, se venía pidiendo auxilio y denunciando abandono en la prensa madrileña, en particular por el propio diario El Imparcial.Eran 33: el segundo teniente Saturnino Martín Cerezo (Miajadas, Cáceres), el médico Rogelio Vigil de Quiñones (Marbella, Málaga), los cabos Jesús Gª Quijano (Viduerna, Palencia) y José Olivares (Caudete, Albacete), el corneta Santos González (Mallén, Zaragoza), y los soldados Ramón Mir (Guissona, Lleida), Pedro Vila (Taltaull, Lleida), Domingo Castro (Aldeavieja, Ávila), Bernardino Sánchez (Guitiriz, Lugo), Emilio Fabregat (Monzón, Huesca), Miguel Pérez (Lebrija, Sevilla), Eustaquio Gopar (Tuineje, Fuerteventura), Marco Mateo (Tronchón, Teruel), Antonio Bouza (Petra, Mallorca), José Hernández (La Laguna, Tenerife), Marcelo Adrián (Buenache de Alarcón, Cuenca), Manuel Menor (Sevilla), Juan Chamizo (Valle de Abdalajís, Málaga), Luis Cervantes (Mula, Murcia), Francisco Real (Cieza, Murcia), Pedro Planas (San Joan de Abadesses, Girona), Timoteo López Larios (Alcoroches, Guadalajara), Ramón Ripollés (Morella, Castellón), Eufemio Sánchez (Puebla de Don Fadrique, Granada), José Martínez (Almeiras-Culleredo, A Coruña), José Pineda (San Feliú de Codines, Barcelona), Felipe Castillo (Martos, Jaén), José Jiménez (Almonte, Huelva), Miguel Méndez (Puebla de Azaba, Salamanca), Ramón Buades (Carlet, Valencia), Loreto Gallego (Requena, Valencia), Vicente Predouzo (Mudelos-Carballino, Ourense) y Gregorio Catalán Valero (Osa de la Vega, Cuenca).Más de un siglo después, estos hombres sobrevivieron -para unos- abocados a la absurda locura por puro abandono y necesidad. Para otros, protagonizaron de motu propio todo un ejemplo de casta, honor y estricto cumplimiento del deber. En cualquier caso, una lectura de sus 33 vidas desde la empatía aporta significados muy vigentes en cualquiera de los 5 continentes. Su caso no deja de ser la historia, en minúsculas, del milagro de la supervivencia del ser humano.Éste es el mensaje [radicado en valores como la conciliación] que afortunadamente prevalece hoy en Baler, el paradójico escenario elegido por Francis Ford Coppola para recordar la guerra del Vietnam con el rodaje de Apocapysis Now, basado en la novela de Joseph Conrad, Viaje al Corazón de las Tinieblas.Pero Baler también ha sido el escenario donde el pasado 30 de junio, filipinos y españoles han fijado por fin los ojos en el presente y en el futuro tras parafrasear al americano Martin Luther King, cuando afirmó que la verdadera paz no es la mera ausencia de tensión, sino la presencia de justicia.Baler, hoy capital de una nueva provincia, Aurora, en nombre de la nuera del maestro Lucio, que alcanzó a ser sargento en la Guardia Civil del archipiélago, un hecho extraordinario entre la totalidad de guardias indígenas que rara vez llegaban a cabo. Lucio Quezón murió ajusticiado por los insurrectos del Katipunan, tras ser acusado de colaboracionista con los kastilas. Su hijo, que durante el asedio tenía apenas 19 años, sería en su madurez quien hoy se recuerda, junto al poeta José Rizal, como uno de los pilares de la República Filipina: el Presidente Manuel Quezón.Convencido de la bondad de resucitar el legado que escondían las paredes de esa vieja iglesia [léase el respeto recíproco demostrado en aquel primer acto entre dos pueblos amigos y soberanos de igual a igual], el artífice de la declaración del Día oficial de Amistad Hispano-Filipina, el senador Edgardo Angara (natural de Baler, descendiente de uno de los sitiadores), no imaginaba en un principio que, para honrar en Baler a Emilio Aguinaldo y Manuel Quezón, viajaría a España en su madurez para encontrarse primero con los nietos y biznietos de los últimos de Filipinas.Pero su iniciativa se ha convertido, también inesperadamente, por primera vez el pasado 30 de junio, en la emoción colectiva de más de 10.000 balerianos agitando sin ambages las banderas filipinas y españolas, entre fuegos artificiales, después de una ofrenda floral en la iglesia, la inauguración del Museo de Baler con la exposición Los Rostros del Mito, traducida al inglés en Galicia, y la conmovedora representación teatral del asedio por los estudiantes en un repleto pabellón de deportes. En sus caras de asombro resultaba evidente que la gran mayoría de estos miles de jóvenes filipinos, como ocurre hoy entre cualquier grupo de jóvenes españoles, desconocía tan especial página de la Historia. Propia y ajena.
El rey Juan Carlos I envió un mensaje en el que recordó los lazos de hermandad entre ambos pueblos y el afán de progreso y bienestar mutuos. La presidenta Gloria Malapagal Arroyo resaltó en su discurso ante una multitud "la magnanimidad de los filipinos en la victoria, y el coraje de los españoles, en defensa de un código de honor universal", así como la vigencia de esta ‘Amistad Duradera’, y su gratitud porque la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) destine 7,4 millones de euros este año a proyectos de desarrollo en Filipinas. "Ella (España)," señaló, "es también el principal vínculo con nuestros hermanos hispanos de los países latinoamericanos, México en particular."Soplan brisas favorables para forjar una nueva etapa en las relaciones bilaterales de una España asentada en la U.E. y unas islas que quieren ser el puente, el puerto de entrada, a los mercados del Sudeste de Asia, comentaban en un ambiente festivo el embajador español y su cónyuge filipina, mientras el director de AECI, Rafael Rodríguez Ponga, regalaba al senador Edgardo Angara dos espadas de Toledo ante la inmensidad azul brillante del Océano Pacífico en las épicas playas de Baler. El senador filipino insistía: "a menudo la Historia la escriben los vencedores, pero también tiene un mecanismo auto-corrector. Y en Baler no hay vencedores ni vencidos. Son sólo memorias compartidas."
Ver más en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Rogelio_Vigil_de_Qui%C3%B1oneshttp://www.cedma.com/archivo/jabega_pdf/jabega5_45-46.pdf
El Tte. Medico Provisional Rogelio Vigil de Quiñones había nacido en Marbella el 1 de enero de 1862, de familia de tradición militar, se licenció en medicina por la Universidad de Granada, y ejerció en Chite y Taralá, pequeños pueblos de la Alpujarra.
A los 36 años se alistó en el Ejército como Tte. Medico Provisional, cuando ya había muerto en Cuba del vómito negro su hermano mayor Francisco, Capitán de Sanidad. Destinado a Filipinas, estuvo 15 días en el Hospital de Malate, cerca de Manila, y después al Batallón Expedicionario de Cazadores nº 2 en Baler, con una enfermería de 10 camas y tres sanitarios, 2 indígenas que desertaron, y un español. Su labor fue resaltada por el Jefe del Destacamento, Tte. Martín Cerezo: "con gran abnegación no ha dejado un momento de atender a los heridos y cuidar a los enfermos acudiendo también a las aspilleres cuando su misión se lo permitía."
El sitio de la iglesia de Baler empezó el 27 de junio de 1898, y en octubre falleció el primer soldado de los 10 que murieron, de lo que el médico creía que era una epidemia de beri-beri. En diciembre, el Tte. Médico, herido en un costado y enfermo también de beri-beri, pidió al jefe del Destacamento, Tte. Martín Cerezo, que ordenara una salida para conseguir algo fresco para comer. Al mando de los 14 soldados que se encontraban más fuertes, el Cabo Olivares hizo una salida por sorpresa, quemaron el pueblo, pusieron en fuga a los sitiadores, y recogieron todos los alimentos frescos que encontraron. Lograron hacerse con pequeño huerto y pudieron vencer a la terrible enfermedad. En febrero del 1899 murió el ultimo soldado de beri-beri.
Vigil de Quiñones, emocionado por el éxito de la operación, regaló al Cabo Olivares su reloj de bolsillo. Reloj que, 50 años más tarde, el Cabo devolvió a mi padre, hijo mayor del Tte. Médico, con una cariñosa carta: "su querido padre, que se encontraba delicado de salud, admirado de la hazaña tan grande que habíamos hecho, llorando como si fuese una criatura, me abrazó, se echó mano al reloj y me lo entregó."
El Tte. Médico Provisional, al volver a la península, ingresó por oposición en el Cuerpo de Sanidad Militar, participó en la campaña del Rif en 1909, pasando muchos años en África. Se retiró de Comandante cuando prestaba sus servicios en el Hospital Alfonso XIII de Melilla.Sanidad Militar dedicó a Vigil de Quiñones el Hospital de Sevilla, donde el 27 de junio de 1998, al cumplirse el centenario del comienzo del sitio, y coincidiendo con el día de la Patrona del Cuerpo, Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, descubrió un busto del médico militar que tan destacada actuación tuvo en el sitio de Baler. En Marbella, su pueblo, un parque y una calle llevan el nombre de Vigil de Quiñones.
"Los últimos de Baler" retornan a Filipinas un siglo después. Manila ha ratificado recientemente su aprecio histórico a España con la declaración del Día de la Amistad Hispano-Filipina. El 30 de junio rememora la gesta de Baler, donde la quema por los propios kastilas (españoles) del cuartel de la Guardia Civil y las chozas contiguas a la épica iglesia resultó, a la postre, la última conquista del Imperio donde no se ponía el Sol.
El 30 de junio de 1899, el líder insurrecto filipino perdonó la vida a los 33 cadavéricos supervivientes españoles del Batallón Expedicionario nº 2, después de que éstos abandonasen, por su propio pie, la desvencijada iglesia de Baler, tras permanecer sitiados a lo largo de 337 días con sus noches. Emilio Aguinaldo no dudó en detenerse para reconocer al derrotado enemigo por haber logrado algo insólito: sobrevivir aquel terrorífico sitio durante nada menos que 11 meses.
Fuera de esa vieja iglesia, la guerra contra la metrópoli había terminado. Hacía más de 10 meses que Manila ya no era, oficialmente, territorio español. Aguinaldo, presidente del archipiélago ocupado de raíz por los Estados Unidos, pero llamado a constituirse en la primera republica moderna de Asia, magnánimamente calificó a ese puñado de kastilas, el último batallón del Imperio, como "amigos", por "protagonizar una epopeya propia de los hijos del Cid y de Pelayo…, y por el valor, la constancia y el heroísmo con el que han defendido su bandera por espacio de un año."
Mientras, no pocos civiles y militares en España se reprochaban, en voz baja, el haber vivido del pasado para poder así subestimar al enemigo tocinero de EE.UU. La realidad mostraba -por igual a filipinos y españoles- la emergencia de la nueva gran potencia militar. Había llegado el siglo XX.
Varias décadas después, en 1945, durante la campaña del Cincuentenario, se tarareó en España el eco nostálgico del Imperio con la música de Yo te diré, la canción del filme Los Últimos de Filipinas, rodada en Torremolinos con ArmandoCalvo, José Nieto, Guillermo Marín, Manolo Morán y un joven Fernando Rey. Todo un clásico del cine español, más célebre por la canción que por su rigor histórico, según reconoció su director, Antonio Román.
Hoy en día, en particular desde el pasado 30 de junio, 104 años después del histórico decreto de Aguinaldo, fundándoseen el respeto de un fondo de convivencia de más de 3 siglos, el gobierno filipino se vuelve a detenergenerosamente en la 'épica del otro' para declarar esa fecha Día de la Amistad Hispano-Filipina.
Se pretende resucitar la memoria universal de los hechos que ocurrieron en Baler, para evitar que su legado haya trascendido en vano para la Historia común de europeos, asiáticos y americanos. A unos y otros se lo dejó apuntado el comandante Frederick Funston en una carta, al traducir en 1910 el libro del Teniente Saturnino Martín Cerezo, en el Libro de Notas sobre Procedimientos del Instituto Naval de EE.UU., donde recomendaba "a cada oficial y a cada soldado" que leyera el relato, porque "a quien esta simple y modesta historia de heroísmo y cumplimiento de las obligaciones no le anime a hacer grandes cosas, sin duda debe tener el corazón de una liebre".
Pelearemos hasta morir y moriremos matandoAl llegar a Baler, una pequeña aldea costera fundada por los franciscanos, a 232 kilómetros de Manila, en la costa oriental de Luzón, al noreste de Manila, el 12 de febrero de 1898, eran 55 hombres inseguros y mal armados para rodearse de selva, mar, montaña, y una población pro-katipunera (independentista) de 1.900 almas, al otro lado de la impenetrable Sierra Madre.Aquellos 50 soldados, 3 oficiales, el médico y el sanitario mascullaban para sí el recuerdo de apenas unos meses atrás, en octubre pasado, cuando el destacamento del teniente Mota, hospedado en casa del maestro Lucio, sufrió el asalto a bolo -machete- que acabó violentamente con el propio teniente y 9 kastilas más. Doce de los que posteriormente serían héroes de Baler también estuvieron ahí. Ya conocían Baler en primera persona.A nadie se le escapaba que la cabecera del distrito Príncipe (hoy provincia de Aurora) era una ratonera. Y la firma de la Paz de Biac-nabac-tó apenas una tregua. El 27 de junio se terminan las dudas. Los vecinos se alejan de sus chozas de nipa y bambú ante el inminente ataque. Sólo queda la opción de refugiarse de los silencios de la selva en la única construcción sólida, la iglesia de mampostería con cal y arena, con todo el acopio posible de víveres y municiones, abundante aún desde que partieran los 400 hombres que habían estadoen el pueblo a primeros de año, con la misión -la quimera- de pacificar la zona.
Tres días después, el cabo veterano Jesús García Quijano, de 24 años, de pronto cae herido por una bala en el talón del pie izquierdo durante una descubierta alrededor de la iglesia. Ni por delirio podía imaginar este campesino palentino el dolor y la humedad tropical que impide cerrar las heridas durante los próximos once meses de su vida. Ni tampoco que bajo esa improvisada bandera roji-gualda en la torre se fraguaba en sangre la última conquista del imperio español.Julio: Mientras negocian en varias tentativas, algunas con intercambio de regalos (botella de jerez, tabaco de marca…), dentro construyen un pozo, terraplenan todos los huecos, se alternan sueño y vigilancia, construyen un horno, cavan trincheras,sudan la humedad irrespirable, susurran ante el altar algún Señor, morir habemos, ya lo sabemos.Agosto: El 4 matan de un tiro desde la iglesia al soldado mallorquín Jaime Caldentey, que había desertado el día anterior. El 13 Manila cae en manos norteamericanas tras un simulacro de batalla pactado entre el general Jáudenes y el almirante Dewey para salvar la cara de la rendición. En Baler se intercambian disparos y cañonazos, mientras dentro no dan crédito a esas fabricaciones. En todo caso, confían en que ningún ejército deja abandonado un destacamento durante mucho tiempo.Los insurrectos, liderados por el coronel Calixto Villacorta, envían a los párrocos españoles López y Minaya, que quedan retenidos -pese a ser "dos bocas inútiles", según el teniente Martín Cerezo- por orden del Capitán Las Morenas, Comandante Político-Militar del Distrito del Príncipe.
Septiembre: Mueren el párroco Carreño, por beriberi, y el soldado Francisco Rovira por disentería. Crecen la angustia ante la imposibilidad de responder a los cañonazos, la humedad que pudre los alimentos, los gritos con noticias confusas,las heridas de bala, los harapos y pies descalzos, el cansancio mental y físico, la oscuridad…
Octubre: Cinco fallecidos, entre ellos el primer teniente Alonso Zayas. El tiempo avanza muy lentamente en las antípodas del mapa del mundo visto desde España.
Noviembre: Otros 5 muertos, entre ellos -también por beriberi (enfermedad provocada por avitaminosis) el Capitán Las Morenas, quien en pleno delirio amnistía a los sitiadores si deponen las armas. Voces de mujeres, como objeto del deseo, y lista de enfermos, en la que figura el lugar deseado por cada uno para su fosa. Sin apenas ventilación, la humedad y el hedor a excrementos hacen cada día más irrespirable el aire.
Diciembre: Mientras en París, el día 10, se firma el Tratado por el que España vende el archipiélago a EE.UU. por 20 millones de dólares, en Baler ya casi todos están enfermos, incluido el médico Vigil. Han fallecido 11 por beri-beri, y la muerte inminente por desnutrición parece inevitable. El día 14 tiene lugar el último estertor del Imperio español. En salida desesperada del cabo Olivares y 14 soldados, queman gran parte del pueblo (incluida la vecina casa-cuartel) para conquistar una huerta cercana, de la que arrancan brotes de calabaza y hojas de naranjo. Vencen a la letal epidemia. 167 días después, se abren las puertas para oxigenar la desvencijada iglesia convertida a un tiempo en cárcel y cementerio. Charanga y cánticos navideños, aunque para Nochebuena ya se ha restablecido el cerco anterior. El día de Navidad llega un capitán español, prisionero de guerra, y un franciscano, a quienes dentro toman por cómplices bajo amenazas de la añagaza tagala. Curiosa paradoja de la Historia: la quema por los propios kastilas del cuartel de la Guardia Civil resultará, a la postre, la última conquista del Imperio donde no se ponía el Sol.Enero 1899: Les llegan unos lotes de periódicos de Manila que, según el Tte. Cerezo, 'da asco leer por las vilezas que publican': victoria katipunera contra la Madre Kastila y, al mismo tiempo, ¿venta a EE.UU. en París, 6 meses después de capitular Manila?. Así era, en efecto, como también que, mientras en la vecina Malolos, Aguinaldo abre un Congreso constituyente para redactar la Carta Magna de la nueva República, dentro sobreviven devorando todo lo que se mueve: culebras, ratas, la perrita del difunto Capitán…
Febrero: El 4 estalla la guerra filipino-americana. Mueren 3.000 filipinos sólo en un bombardeo. Llega a Baler el Capitán español Olmedo, emisario del Gral. De los Ríos y amigo del difunto Las Morenas, pero la 'puesta en escena' no resulta coherente al Tte. Cerezo. El 24, dos soldados y un cabo son encadenados en el baptisterio tras intentar desertar. Morir habemos, ya lo sabemos.
Marzo: En palabras del Tte. Carezo, "mucho supone en el fragor de la batalla el ataque a la batería formidable; mucho el cruzarse con las bayonetas enemigas: pero aún hay algo más pavoroso, irresistible y difícil en la tenaz resistencia del que, una hora y otra hora, un día y otro día, sabe luchar contra la obsesión que le persigue: sostenerse tras la pared que le derriban y no ceder a los desfallecimientos del cansancio." Tres carabaos (búfalos) aparecen -para mayor gloria y gaudeamus- frente a la iglesia. En pocos días son engullidos.
Abril: Los filipinos envían un niño con una carta, que desde dentro es rechazada por bala sin rozarle la mano. El 12 llega un buque norteamericano, el Yorktown, con tiroteos en la inmensa playa de Baler, y júbilo entre los sitiadores filipinos. Confusión y desesperanza extrema entre cuatro paredes, en el otro extremo del planeta, rodeados por las 15 tumbas de compañeros caídos.
Mayo: Se escapa con el enemigo el preso Alcaide al romper los grilletes, con todos los datos de dentro. La bandera ondea hecha un harapo por los cañonazos y las lluvias del trópico. Se repiten los gritos de los sitiadores insurrectos con ofertas de paz y amistad, pero el 27 la batalla es encarnizada. El 28 llega en el Uranus el Tte. Coronel Aguilar, pero, alucinados, en pleno delirio, ven a otro traidor en una nueva patraña fabricada por los tagalos. Por fortuna, el Tte. Coronel Aguilar deja atrás unos periódicos (El Imparcial) de Madrid.
Junio: Sin solución ni esperanza alguna de auxilio, la madrugada del 31 preparan la salida desde la desesperanza 'para abrirse paso hasta Manila' la noche siguiente. El punto sin retorno en este viaje al corazón de las tinieblas llega cuando el Tte. ordena fusilar, a través de una ventanilla, al cabo Vicente Glez. Toca y al soldado Antonio Menache, tras 97 días presos encerrados el baptisterio. Retrasada la huida por la luz de la luna, la mañana del 2 el Tte. re-lee en El Imparcial una nota breve sobre un conocido suyo de Málaga, que jamás podría ser una falsificación, y reúne a la tropa del último batallón imperial antes de izar la bandera blanca y tocar llamada, pese al profundo temor compartido a las represalias: "Capitulamos porque no tenemos víveres, pero deseamos hacerlo honrosamente. Deseamos no quedar prisioneros de guerra y que ustedes admitan otras condiciones que expondremos, de las que levantaremos acta. Si se han de portar con nosotros de mala manera han de decirlo porque en este caso no nos rendiremos. Pelearemos hasta morir y moriremos matando". El Tte. Cnel. republicano Tecson, como jefe sitiador, y el teniente extremeño firman no causar "más ofensa a las personas". La gente de Baler huye despavorida ante el espectro de los 33 fantasmas que pululan por el pueblo.Amistad Duradera Imaginar cómo actuarían hoy 50 jóvenes militares españoles encerrados durante 11 meses entre cuatro paredes, aislads en las antípodas del planeta, sin otra referencia que el sufrimiento extremo, o cómo reaccionaría ante su rendición un grupo revolucionario filipino, sin duda resultará subjetivo, porque la realidad a menudo puede superar a la ficción.Antes de ser obligados a abandonar sus hogares en la empobrecida España rural para embarcarse hacia el Lejano Oriente, aquellos soldados ya se sabían cobayas humanas en una batalla perdida de antemano. Yo pondré la guerra, había avisado el magnate americano Hearst a estos jóvenes del campo español, incapaces de reunir los 400 duros que costaba la redención del servicio militar en ultramar.Superado su histórica aventura hacia la sinrazón, el 1 de septiembre de 1899 llegaron a Barcelona, en el vapor Alicante, los supervivientes de los 'hechos vergonzantes' de Baler. Arribaban a puerto los mismos héroes por quienes, desde meses atrás, se venía pidiendo auxilio y denunciando abandono en la prensa madrileña, en particular por el propio diario El Imparcial.Eran 33: el segundo teniente Saturnino Martín Cerezo (Miajadas, Cáceres), el médico Rogelio Vigil de Quiñones (Marbella, Málaga), los cabos Jesús Gª Quijano (Viduerna, Palencia) y José Olivares (Caudete, Albacete), el corneta Santos González (Mallén, Zaragoza), y los soldados Ramón Mir (Guissona, Lleida), Pedro Vila (Taltaull, Lleida), Domingo Castro (Aldeavieja, Ávila), Bernardino Sánchez (Guitiriz, Lugo), Emilio Fabregat (Monzón, Huesca), Miguel Pérez (Lebrija, Sevilla), Eustaquio Gopar (Tuineje, Fuerteventura), Marco Mateo (Tronchón, Teruel), Antonio Bouza (Petra, Mallorca), José Hernández (La Laguna, Tenerife), Marcelo Adrián (Buenache de Alarcón, Cuenca), Manuel Menor (Sevilla), Juan Chamizo (Valle de Abdalajís, Málaga), Luis Cervantes (Mula, Murcia), Francisco Real (Cieza, Murcia), Pedro Planas (San Joan de Abadesses, Girona), Timoteo López Larios (Alcoroches, Guadalajara), Ramón Ripollés (Morella, Castellón), Eufemio Sánchez (Puebla de Don Fadrique, Granada), José Martínez (Almeiras-Culleredo, A Coruña), José Pineda (San Feliú de Codines, Barcelona), Felipe Castillo (Martos, Jaén), José Jiménez (Almonte, Huelva), Miguel Méndez (Puebla de Azaba, Salamanca), Ramón Buades (Carlet, Valencia), Loreto Gallego (Requena, Valencia), Vicente Predouzo (Mudelos-Carballino, Ourense) y Gregorio Catalán Valero (Osa de la Vega, Cuenca).Más de un siglo después, estos hombres sobrevivieron -para unos- abocados a la absurda locura por puro abandono y necesidad. Para otros, protagonizaron de motu propio todo un ejemplo de casta, honor y estricto cumplimiento del deber. En cualquier caso, una lectura de sus 33 vidas desde la empatía aporta significados muy vigentes en cualquiera de los 5 continentes. Su caso no deja de ser la historia, en minúsculas, del milagro de la supervivencia del ser humano.Éste es el mensaje [radicado en valores como la conciliación] que afortunadamente prevalece hoy en Baler, el paradójico escenario elegido por Francis Ford Coppola para recordar la guerra del Vietnam con el rodaje de Apocapysis Now, basado en la novela de Joseph Conrad, Viaje al Corazón de las Tinieblas.Pero Baler también ha sido el escenario donde el pasado 30 de junio, filipinos y españoles han fijado por fin los ojos en el presente y en el futuro tras parafrasear al americano Martin Luther King, cuando afirmó que la verdadera paz no es la mera ausencia de tensión, sino la presencia de justicia.Baler, hoy capital de una nueva provincia, Aurora, en nombre de la nuera del maestro Lucio, que alcanzó a ser sargento en la Guardia Civil del archipiélago, un hecho extraordinario entre la totalidad de guardias indígenas que rara vez llegaban a cabo. Lucio Quezón murió ajusticiado por los insurrectos del Katipunan, tras ser acusado de colaboracionista con los kastilas. Su hijo, que durante el asedio tenía apenas 19 años, sería en su madurez quien hoy se recuerda, junto al poeta José Rizal, como uno de los pilares de la República Filipina: el Presidente Manuel Quezón.Convencido de la bondad de resucitar el legado que escondían las paredes de esa vieja iglesia [léase el respeto recíproco demostrado en aquel primer acto entre dos pueblos amigos y soberanos de igual a igual], el artífice de la declaración del Día oficial de Amistad Hispano-Filipina, el senador Edgardo Angara (natural de Baler, descendiente de uno de los sitiadores), no imaginaba en un principio que, para honrar en Baler a Emilio Aguinaldo y Manuel Quezón, viajaría a España en su madurez para encontrarse primero con los nietos y biznietos de los últimos de Filipinas.Pero su iniciativa se ha convertido, también inesperadamente, por primera vez el pasado 30 de junio, en la emoción colectiva de más de 10.000 balerianos agitando sin ambages las banderas filipinas y españolas, entre fuegos artificiales, después de una ofrenda floral en la iglesia, la inauguración del Museo de Baler con la exposición Los Rostros del Mito, traducida al inglés en Galicia, y la conmovedora representación teatral del asedio por los estudiantes en un repleto pabellón de deportes. En sus caras de asombro resultaba evidente que la gran mayoría de estos miles de jóvenes filipinos, como ocurre hoy entre cualquier grupo de jóvenes españoles, desconocía tan especial página de la Historia. Propia y ajena.
El rey Juan Carlos I envió un mensaje en el que recordó los lazos de hermandad entre ambos pueblos y el afán de progreso y bienestar mutuos. La presidenta Gloria Malapagal Arroyo resaltó en su discurso ante una multitud "la magnanimidad de los filipinos en la victoria, y el coraje de los españoles, en defensa de un código de honor universal", así como la vigencia de esta ‘Amistad Duradera’, y su gratitud porque la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) destine 7,4 millones de euros este año a proyectos de desarrollo en Filipinas. "Ella (España)," señaló, "es también el principal vínculo con nuestros hermanos hispanos de los países latinoamericanos, México en particular."Soplan brisas favorables para forjar una nueva etapa en las relaciones bilaterales de una España asentada en la U.E. y unas islas que quieren ser el puente, el puerto de entrada, a los mercados del Sudeste de Asia, comentaban en un ambiente festivo el embajador español y su cónyuge filipina, mientras el director de AECI, Rafael Rodríguez Ponga, regalaba al senador Edgardo Angara dos espadas de Toledo ante la inmensidad azul brillante del Océano Pacífico en las épicas playas de Baler. El senador filipino insistía: "a menudo la Historia la escriben los vencedores, pero también tiene un mecanismo auto-corrector. Y en Baler no hay vencedores ni vencidos. Son sólo memorias compartidas."
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http://es.wikipedia.org/wiki/Rogelio_Vigil_de_Qui%C3%B1oneshttp://www.cedma.com/archivo/jabega_pdf/jabega5_45-46.pdf